miércoles, 17 de noviembre de 2010

2º BACHILLERATO. EL ROMANTICISMO (VERSIÓN EXTENSA).

LITERATURA DEL SIGLO XIX

TEMA 1: EL ROMANTICISMO.


  1. CONTEXTO HISTÓRICO

El siglo XIX español se abre con la Guerra de la Independencia y se cierra con el llamado “desastre del 98”.

Tras la invasión francesa de 1808, sube al trono español José I, hermano de Napoleón, hecho que desencadenará la Guerra de la Independencia y que provocará que el país se escinda en dos bandos diferentes:

  1. Los afrancesados: apoyan la invasión y aspiran a obtener privilegios del nuevo rey. Algunos ilustrados que defendieron la ocupación fueron Moratín o Meléndez Valdés.

  2. Los que se oponen a la invasión extranjera: fue un grupo muy heterogéneo ideológicamente, ya que estaba formado tanto por ilustrados liberales (como Jovellanos) como por nobles y gran parte del clero español que veían peligrar su poder y privilegios. Los tradicionalistas eran partidarios de la restauración del rey en la integridad de sus privilegios; los liberales, por el contrario, intentaban limitar el poder real.

En 1812 se aprueba la Constitución, de signo liberal, en las Cortes de Cádiz, pero dos años después queda anulada al llegar al trono Fernando VII. Su reinado se abre con seis años de rígido absolutismo y continúa con un periodo liberal de tres años conocido como “Trienio Liberal” (1820-1823) que impone el levantamiento de Riego en 1820. Pero lo clausura la intervención de la Santa Alianza europea y de nuevo se restaura el poder real absoluto, periodo que durará hasta la muerte del monarca en 1833. El reinado de Fernando VII se caracteriza por una etapa de fuerte represión que obligó a muchos intelectuales liberales a huir a Francia o a Inglaterra, hecho también de gran trascendencia pues a su regreso trajeron consigo las nuevas ideas y tendencias culturales que estaban cuajando en Europa.

Durante la minoría de edad de Isabel II (1833-1843), asume la Regencia su madre, María Cristina. En este periodo se dan los primeros pasos hacia la instauración de un régimen liberal y comienzan a regresar los liberales exiliados.

Pero la relativa tranquilidad que supone la muerte de Fernando VII se va a ver pronto rota: el reinado de Isabel II (1843-1868) fue perturbado por las Guerras carlistas, que enfrentó a los conservadores o carlistas, partidarios de Carlos, hermano de Fernando VII, que pretendía el trono, y los liberales, partidarios de Isabel. Estas luchas ensangrentaron el país y ralentizaron el progreso. En su conjunto, el reinado de Isabel II fue una etapa de rápido desarrollo económico y de afianzamiento de la burguesía.

En 1868 la revolución conocida como la Gloriosa acaba temporalmente con la monarquía borbónica y hace que los liberales vean de nuevo la posibilidad de gobernar el país. El Sexenio Revolucionario (1868-1874) se vio marcado por los continuos cambios de gobierno: la heterogeneidad política de los hacedores de la revolución significó el fracaso del nuevo régimen progresista debido a las contradicciones internas entre las diferentes facciones (demócratas, republicanos, liberales...).

La Restauración borbónica llegará en 1875 con Alfonso XII. Es una época de paz y estabilidad después de un largo período de guerras y pronunciamientos. La restauración produjo una cierta pacificación de los espíritus, aunque no dio solución a los graves problemas españoles y desembocó en la derrota del 98. Se desarrolló el fenómeno del caciquismo, propiciado por el carácter rural de la sociedad española.

La muerte del rey en 1885 hace que liberales y conservadores lleguen a un acuerdo de alternancia en el poder. Es un período de grandes transformaciones sociales: la población creció hasta 18 millones, aumenta la urbanización, se establece la peseta como moneda, se desarrolla el ferrocarril. Pero el desarrollo económico resulta insuficiente en comparación con el crecimiento de la población, con lo que aumentó el número de pobres. El 65 % de la población es rural y aún en 1901 el 62 % es analfabeta. La burguesía, motor de la revolución liberal, se va fundiendo con la vieja aristocracia de forma que el poder y el capital quedan en manos de unos pocos.

Mientras tanto, las colonias americanas españolas empiezan a luchar por su independencia, que irá siendo progresiva durante todo el siglo XIX hasta que en el desastre del 98 España pierde Cuba, Puerto Rico y Filipinas.













  1. EL ROMANTICISMO.

El Romanticismo es un movimiento no sólo literario, sino también ideológico, que alcanzó a todas las manifestaciones de la cultura del siglo XIX. Tuvo su origen en la Alemania del siglo XVIII y surgió como un movimiento cultural que se opone a los principios de la Ilustración y que es consecuencia de la profunda crisis social de un mundo en acelerado cambio. El declive de los valores tradicionales, la despersonalización del individuo ante la masa, el auge del materialismo..., condujeron al rechazo de la nueva realidad bien añorando un pasado perdido, bien forjando mundos ideales, bien reivindicando un progreso que tuviera un modelo social más humano y en el que tuviera cabida la imaginación, la espiritualidad y la justicia. Veamos sus rasgos:

El Romanticismo fue en un principio una reacción contra el neoclasicismo francés de los siglos XVII y XVIII, internacional y racionalista, que suponía una interpretación rígida y escueta de las normas y preceptos de la literatura grecolatina: el romanticismo rompe con las reglas que sirven de base al neoclasicismo y exagera, en contraposición, el valor de lo individual y lo subjetivo, como decía Larra: “Libertad en la literatura, como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia. He aquí la divisa de la época.”

Los neoclásicos, además de la regla de las tres unidades en el teatro, observaron otras: los géneros no debían mezclarse; cada uno de ellos tenía sus reglas propias; al escribir, se debía mantener la moderación y el buen gusto. Los románticos mezclaron los géneros, combinaron prosa y verso en muchas obras, dentro del mismo poema variaron los metros, y en novelas y dramas volvieron a mezclar lo cómico y lo trágico

El subjetivismo y el individualismo adquieren categoría de dogma, por eso el romántico despreciaba el aspecto externo del poema, la forma por la forma, atento únicamente a la creación individual y subjetiva. En las obras se expresa el alma exaltada del autor, cuyas ansias infinitas chocan con los límites que les impone la realidad circundante. Esos anhelos son de amor, pero también de justicia social, de añoranza del tiempo ido, de deseos de felicidad frustrada....

Se defiende el instinto, la intuición y la imaginación como formas de conocimiento. La razón es incapaz de descubrir la esencia de la vida (irracionalismo).

Ahora bien, ese subjetivismo exarcebado tenía que llevar forzosamente a buscar:

La soledad, el aislamiento, la lejanía y el drama: el romántico se siente distinto a los demás (individualismo) y afirma constantemente su yo frente al resto del universo. Por eso el romántico busca la evasión hacia un mundo ideal, del que procede el gusto por la Edad Media, que en España lleva a la revalorización del romance y a la exaltación y dramatización de tantas y tantas leyendas medievales que andan dispersas en crónicas y romanceros, y por eso también despreció lo pastoril, que para el Renacimiento supuso también una huida de lo real y de lo concreto.

La Naturaleza: cambia totalmente la visión serena y dulce, clásica, del paisaje, y da paso a la devoción por una forma agreste, dura y sin pulimentos. Hay un deseo íntimo de contemplar la naturaleza en libertad, virgen. Se exaltan las ruinas, la nocturnidad, lo tormentoso y sepulcral, lo triste y melancólico del paisaje, que se convierte en la proyección espiritual del poeta, en un reflejo de sus estados de ánimo.

En su afán por huir de lo cotidiano y lo vulgar se da una gran importancia al elemento mágico y maravilloso, presente en casi todas las leyendas, lo mismo en prosa que en verso. Sólo un ejemplo : Maese Pérez,, el organista de Bécquer o A buen juez, mejor testigo de Zorrilla.

Como elemento de contraste, se recurre a lo feo y lo desagradable (elogio del patíbulo, de los bajos fondos, por Espronceda) y exaltación de la mujer y del amor. La mujer es un producto de la circunstancia del poeta y aspira a que sea una proyección de su espíritu. La mujer, como el paisaje o la sociedad, es una creación subjetiva. Naturalmente, este choque entre lo real y lo ideal, entre la hipersensibilidad del hombre romántico y el mundo prosaico que le rodea, le ocasiona un tremendo desengaño, una decepción que se traduce en el suicidio (como Larra) o en esa desesperación y melancolía romántica tan enfermiza y tan fácil de distinguir en la lectura de muchos poemas, como es el caso de Canto a Teresa de Espronceda o las Rimas de Bécquer.

Idealismo: no buscan lo bello, lo justo o lo libre sino la Belleza, la Libertad y la Justicia en términos absolutos, lo que les provoca una sensación de no plenitud y de insatisfacción constante.

Nacionalismo: en oposición al internacionalismo dieciochesco. Se reivindica el concepto de pueblo como entidad espiritual a la que pertenecen un conjunto de hombres con características comunes (historia, lengua, costumbres). Se exalta lo peculiar de cada país, y fruto de ello serán el costumbrismo y la preferencia por los temas legendarios e históricos. Además, se desea conferir rango literario a las lenguas vernáculas: aparición de regionalismos y nacionalismos.

El Romanticismo en España es impulsado e introducido de manos de los emigrados en Europa que huyeron durante la época absolutista como Ángel Saavedra, Espronceda o Martínez de la Rosa. El apogeo del romanticismo español comprende los años que van desde 1834 a 1850.1






  1. EL ROMANTICISMO EUROPEO.


ALEMANIA

El Romanticismo europeo tiene su cuna en la Alemania del siglo XVIII en la que se creó el movimiento conocido como Sturm und Drang, que pronto se extendió por toda Europa y que trajo consigo la defensa de la libertad creadora en el arte, el rechazo de las normas, la exaltación de yo, de la imaginación, de la pasión y los sentimientos. El género que mejor convenía a la expresión del sentimiento romántico fue la poesía lírica. Entre sus autores tenemos que destacar:

F. Hölderlin: poesía de tono trágico y exaltado que busca la evasión del mundo real hacia otro puro y superior, cuyo modelo es la Grecia clásica: El archipiélago.

Novalis: sus Himnos a la noche son la consecuencia de la muerte de su amada y en ellos nos muestra la nueva forma subjetiva e intuitiva de entender el mundo.

H.Heine: se sintió marginado por la sociedad debido a su origen judío, y de este sentimiento deriva tanto su gran sensibilidad como su feroz estilo satírico. Destaquemos Sueños.

En la narrativa destacan los cuentos de E.T.A. Hoffman y en el teatro H. von Kleist, cuya expresión, más contenida, hizo que sentimientos y pasión no llegaran a desbordarse del todo.


INGLATERRA

La publicación de las Baladas líricas de Wordsworth y Coleridge en 1798 inaugura el Romanticismo inglés. En ellas se ensayan nuevas posibilidades poéticas. Los autores más destacados fueron: L. Byron (canalizó la crítica a la sociedad contemporánea a través de sus poemas), P. Shelley (poesía inconformista e irreverente debido a la injusticia y a la tiranía generadas por la sociedad; destaca Adonais, elegía que dedicó a Keats), J. Keats (poesía subjetiva e individualista cuyo eje central es el amor a la belleza; destaca Endimion). En narrativa cabe destacar Walter Scott, autor de la novela Ivanhoe y cuya muerte marca el final del Romanticismo inglés.


FRANCIA

La introducción del Romanticismo en Francia corre a cargo de Madame de Stäel y de Chateaubriand. Otros autores a destacar en el ámbito de la novela: George Sand (Aurore Dupin), que defendió los derechos de la mujer y su independencia; Alejandro Dumas, autor de Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo. ; Victor Hugo: principal novelista de la primera mitad de siglo en cuya obra toma partido por los oprimidos como en Nuestra Señora de París o en Los Miserables (denuncia de la injusticia social de la época a través de su protagonista).

En poesía podemos destacar a Lamartine y a Musset.


  1. EL ROMANTICISMO ESPAÑOL.


    1. POESÍA.

Se caracteriza por la libertad y el rechazo a las normas en la composición literaria: el poeta se deja llevar por la inspiración sin ponerle filtros que la depuren. La poesía era el mejor vehículo de expresión del yo romántico (subjetivismo), de sus sentimientos más sinceros, sus pasiones y sus anhelos. Sus temas habituales son la melancolía o el hastío, o, por el contrario, la exaltación y la protesta contra las normas sociales o contra la vida misma. Exaltan por un lado sentimientos como la gallardía, la virilidad, la disidencia; por otro se muestran pesimistas y desalentados. Sus ambientes preferidos son la noche, los lugares apartados, los cementerios, el mar embravecido, la tormenta. Pero no fue la poesía lírica la que gozó de más éxito en este período, sino la llamada poesía narrativa. El verdadero lirismo romántico se dará en la poesía española más tarde que en los demás géneros con las figuras de G.A Bécquer y Rosalía de Castro.

En cuanto a la métrica: polimetría y combinación de distintos metros y estrofas en el mismo poema. Fundamental será también la adopción de un lenguaje simbólico (por ejemplo, las desilusiones se comparan con las hojas caídas de los árboles), la búsqueda de imágenes nuevas diferentes a los tópicos clasicistas, el uso de expresiones y palabras llamativas por su sonido, por su significado, por ser poco frecuentes o demasiado vulgares y poco "poéticas" ”( piélago, aquilón, fulgor, harapo...). Abundan las exclamaciones e interrogaciones retóricas en correspondencia con la exaltación sentimental.

En esta época destacan como cultivadores de la poesía lírica el Duque de Rivas, Martínez de la Rosa, Gertrudis Gómez de Avellaneda... pero sin duda el poeta que más se ha valorado en la historia literaria es José de Espronceda.


  1. José de Espronceda (1808-1842)

Fue un joven rebelde, inconformista y defensor del liberalismo. Sus actividades políticas le llevaron al extranjero (Portugal, Inglaterra), pero gracias a la amnistía pudo volver a España en 1833. Cabe destacar de su biografía sus amores con Teresa Sancha, una mujer casada a la que se supone que raptó en Londres o en París.

Dos son los poetas extranjeros que influyeron fuertemente en Espronceda: Ossian y Byron. Los temas de la poesía de Ossian que son perceptibles en la poesía de Espronceda: la huida irreparable del tiempo, la impotencia del hombre, que sobrevive a todo lo que ama, el deseo de conservar en la memoria los tiempos que no han de volver con una actitud añorante, la nada de las esperanzas humanas o la apóstrofe a los astros (Himno al sol: en este poema vemos la trágica impasibilidad de la naturaleza frente al dolor humano. Os transcribo a continuación unas estrofas del poema que son sobrecogedoras:


Tranquilo subes del Cenit dorado

al regio trono en la mitad del cielo,

de vivas llamas y esplendor ornado,

y reprimes tu vuelo.

y desde allí tu fúlgida carrera

rápido precipitas

y tu rica, encendida cabellera

en el seno del mar trémula agitas,

y tu esplendor se oculta,

y el ya pasado día

con otros mil la eternidad sepulta.


¡Cuántos siglos sin fin, cuántos has visto

en su abismo insondable desplomarse!

¡Cuánta pompa, grandeza y poderío

de imperios populosos disiparse!

¿Qué fueron ante ti? Del bosque umbrío

secas y leves hojas desprendidas,

que en círculos se mecen,

y al furor de Aquilón desaparecen.


La base más sólida de la fama de Espronceda la constituyen sus cinco Canciones (Canción del pirata, El canto del cosaco, El mendigo, El reo de muerte, El verdugo) junto con sus dos poemas largos: El Estudiante de Salamanca y El diablo mundo.

Las Canciones.

En ellas destaca unitariamente el inconformismo y la rebeldía ante una sociedad que está podrida. Consecuencia: buscar la libertad al margen de las estructuras establecidas. La crítica apunta a que las cinco figuras (pirata, cosaco, mendigo, reo de muerte o verdugo) son creaciones simbólicas de su ideal de libertad. Sin duda la más famosa de todas ellas es la Canción del pirata, que supuso una innovación rítmica (variedad) y temática, al concentrar en ella todos los rasgos típicos del romanticismo. En el Pirata Espronceda canta desde dentro de él, en primera persona:


Sentenciado estoy a muerte.

Yo me río;

no me abandone la suerte,

y al mismo que me condena

colgaré de alguna entena

quizá en su propio navío.

Y si caigo,

¿qué es la vida?

Por perdida

ya la di,

cuando el yugo

del esclavo,

como un bravo

sacudí.

El Estudiante de Salamanca

El poema consta de 1704 versos y es una leyenda fantástica de contenido simbólico, con la que el autor pretende expresar el concepto romántico del mundo. Se ha señalado la influencia de L. Byron y de Tirso de Molina para la creación del personaje del poema.

El poema se estructura polimétricamente en cuatro partes: en la primera parte asistimos a la descripción del protagonista: “alma fiera e insolente”, irreligioso, temerario, que “todo lo fía a su espada y su valor”. Don Felix de Montemar es un personaje insolente y vanidoso que pasa la vida entre amores y juego, desafiando a hombres y cortejando a mujeres a las que después abandona sin ningún remordimiento. Elvira, ángel de amor que encarna la belleza y la ternura femeninas, también es abandonada por su seductor. En la segunda parte enloquece de pesar y muere. En la tercera (que es como un intermedio en forma dramática), don Félix asesina al hermano de Elvira que le ha retado para reparar el honor de la difunta. En la cuarta parte entramos en los dominios de lo sobrenatural y lo fantástico y el romanticismo se apodera del poema: don Félix persigue con la espada aún ensangrentada en la mano la sombra de una mujer y presencia su propio entierro. Cuando la dama descubre su rostro vemos que es la propia muerte y asistimos a la boda de ambos. El esqueleto lo abraza y al final lo mata. Ambiente: espectros, sombras, campanas que tañen, la noche, la tumba-lecho... El estruendo macabro resuena en todo el poema.

Lo más significativo del poema es su polimetría: la métrica se adapta al movimiento del asunto. (Por ejemplo, la serena descripción paisajística de la segunda parte y el “cuadro dramático” utiliza el romance, el serventesio para la descripción de la muerte y la locura de Elvira...) Hay además una perfecta conjunción entre los pasajes narrativos, lo dramático (el diaólogo de las escenas de la parte tercera) y las partes líricas (parte segunda).

Os transcribo unas estrofas que resumen la esencia del héroe:


Grandiosa, satánica figura,

alta la frente, Montemar camina,

espíritu sublime en su locura,

provocando la cólera divina.

fábrica frágil de materia impura,

el alma que la alimenta e ilumina

con Dios le iguala, y con osado vuelo

se alza a su trono y le provoca a duelo.


Segundo Lucifer que se levanta

del rayo vengador la frente herida,

alma rebelde que el temor no espanta,

hollada sí, pero jamás vencida:

el hombre, en fin, que en su ansiedad quebranta

su límite a la cárcel de la vida

y a Dios llama ante él a darle cuenta

y descubrir su inmensidad intenta.



El diablo mundo

Es un extenso poema, inconcluso, simbólico-filosófico que consta de una Introducción y seis Cantos, de los cuales destacaremos por su belleza el Canto II, Canto a Teresa, que según el propio autor es “un desahogo de mi corazón; sáltelo el que no quiera leerlo, sin escrúpulo, pues no está ligado de manera alguna con el poema”. Este Canto no es sólo la elegía por la muerte de Teresa Sancha (con la tuvo un hijo y que luego lo abandonó), mujer que vivió su vida intensamente, sino la elegía por el fracaso vital, del que es el amor la más exacta cifra, la elegía a la juventud y los placeres perdidos. La vida de Teresa se traduce en un ritmo: el movimiento tranquilo de la pureza (río), la marcha agitada de la pasión (torrente) y la inmovilización pútrida del estanque.

Recoge los temas típicos de la tradición elegíaca como el ubi sunt y el carpe diem. En El diablo mundo expresa el autor su rebeldía contra el mundo, el vivir agobiado por la edad y amargado por las experiencias. El mundo no es bueno ni armónico, está mal hecho. El protagonista, Adán, es un hombre sin pasado ni recuerdos, un anciano rejuvenecido enfrentado a una sociedad regida por el mal. La salida es la contemplación.




Tras una primera generación de poetas románticos en la que destacó Espronceda los autores se lanzan a la búsqueda de un romanticismo más espiritual y sencillo en su expresión. Mucho más tarde, pasado ya el movimiento romántico en Europa y cuando dominan otras tendencias artísticas, aparecen en nuestro país las mayores figuras del romanticismo español: G.A. Bécquer y Rosalía de Castro.


  1. Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

Nace en Sevilla pero se traslada a Madrid, donde pasará penurias económicas. Vivió de su oficio de redactor del periódico El Contemporáneo, en el que publicó muchas de sus leyendas, tradujo obras de teatro y fue censor de novelas. Se casó y se separó, aunque al final de su vida volvió a vivir con su mujer. Fue un hombre que sintió devoción por el pasado, pero también admiración por el progreso y fe en el porvenir. Murió en Madrid a causa de una pulmonía a la edad de 34 años.

Destacaremos de su obra en prosa las Leyendas, y de su poesía las Rimas.

Las Rimas

Un total de 76 poemas. Se suele decir que la poesía de Bécquer es “ natural, breve, seca”, como el propio Bécquer escribió, una poesía que “brota del alma como una chispa eléctrica, desnuda de artificio, que roza el alma del lector y despierta su fantasía”. En efecto, sus poesías son breves (“un poema cabe en un verso”, escribió) y en ellas utiliza un número limitado, pero suficiente, de recursos retóricos (es cierto que a veces utiliza en exceso la comparación, pero el “como” explícito le da un aire de sinceridad al ámbito poético que crea). Prefiere la rima asonante y se vale de una gran riqueza de combinaciones estróficas: utiliza los versos de la tradición española, con dominio del endecasílabo y del heptasílabo, y con un uso frecuente del pie quebrado que le permite eficaces giros en el ritmo. Su poesía es un ejemplo de conciliación entre poesía culta y popular. La crítica afirma la musicalidad de los poemas de Bécquer. Como vemos, bajo la aparente sencillez se esconde una gran elaboración. Logra la apariencia de una poesía confidencial en tono de conversación íntima entre el lector y el poeta mediante el calculado artificio que no es perceptible pues se oculta deliberadamente.

Su expresión es sencilla, nada grandilocuente. Intenta captar ideas absolutas a partir de los objetos materiales, antecedente del simbolismo de finales de siglo que más que describir alude a ideas y sentimientos interiores mediante vocablos que designan realidades exteriores.

La mayoría de los poemas están escritos desde el yo del poeta que se dirige a un implícito. Las rimas en líneas generales muestran un proceso que va de la inocencia al pecado, de la ingenuidad a la decepción.

En el léxico abundan los vocablos que se refieren a la luz (símbolo del bien, de la alegría; es el ideal, y la forma de unirse al ideal es el beso) y a la oscuridad (es el misterio, el pesar).


Las rimas constituyen un solo poema de amor en el que el poeta habla de su vida interior a un “tú” como si de una carta o conversación se tratara.

Suelen dividirse temáticamente en cuatro partes:

Rimas I-XI: suponen una reflexión sobre la misma poesía y el fenómeno espiritual de la creación literaria. La poesía es una forma de expresión inmediata de emociones que existen y solo esperan a que el poeta sepa formularlas. Es ésta una concepción romántica de la poesía opuesta a la idea clásica de imitación y elaboración.

Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo. [...] Pero, ¡ay, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo que sólo puede salvar la palabra; y la palabra, tímida y perezosa, se niega a secundar sus esfuerzos! [...] Andad y vivid con la única vida que puedo daros. Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables. Os vestirá, aunque sea de harapos, lo bastante para que no avergüence vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para cada uno de vosotros una maravillosa estofa tejida de frases exquisitas, en las que os pudierais envolver con orgullo como en un manto de púrpura. Yo quisiera poder cincelar la forma que ha de conteneros, como se cincela el vaso de oro que ha de guardar un preciado perfume. ¡Mas es imposible!

No obstante, necesito descansar, [...], necesito desahogar el cerebro, insuficiente a contener tantos absurdos.

“Introducción sinfónica”

Rimas XII-XXIX: el poeta trata del amor y de sus efectos en el alma (exaltación amorosa). El amor aparece identificado con la mujer, que es la expresión máxima de la belleza, pero que es un ideal porque es inaccesible, un misterio que se desvanece o un sueño.

Bécquer escribió en Cartas literarias a una mujer:

La poesía eres tú, te he dicho, porque la poesía es el sentimiento, y el sentimiento es la mujer. [...]

La poesía es en el hombre una cualidad puramente del espíritu; reside en su alma, vive con la vida incorpórea de la idea y para revelarla necesita darle una forma. Por eso la escribe.

En la mujer, por el contrario, la poesía está como encarnada en su ser; su aspiración, sus pasiones y su destino son poesía; [...] Es, en una palabra, el verbo poético hecho carne. [...]

El amor es un misterio, [...], el amor es poesía; la religión es amor [...], y, porque es amor, es poesía.


Y en la misma “carta” escribirá: ¿Quieres saber lo que es el amor? Recógete dentro de ti misma, y si es verdad que lo abrigas en tu alma, siéntelo y lo comprenderás, pero no me lo ,preguntes.


La Rima XVII es un ejemplo muy claro de exaltación amorosa:


Hoy la tierra y los cielos me sonríen,

hoy llega al fondo de mi alma el sol,

hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...

¡Hoy creo en Dios!


Rimas XXX-LI: se refieren a la decepción y el desengaño.


Cuando me lo contaron, sentí el frío

de una hoja de acero en las entrañas;

me apoyé contra el muro, y un instante

la conciencia perdí de donde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche,

en ira y en piedad se anegó el alma.

¡Y entonces comprendí por qué se llora,

y entonces comprendí por qué se mata!

Fragmento de la rima XLII.


Rimas LII-LXXVI: es el grupo más variado y recoge la depuración última de la experiencia vivida por el poeta, realizada sobre todo en la soledad en que queda frente al mundo y a la muerte. El sentimiento dominante es el dolor y la angustia que se proyecta sobre la condición humana, la muerte, la pregunta por la inmortalidad.


Fingiendo realidades

con sombra vana,

delante del Deseo

va la Esperanza.


Y sus mentiras,

como el fénix, renacen

de sus cenizas.

Rima LXXVIII


Las Leyendas

Son veintiocho relatos cortos de carácter fantástico y ambientación romántica. En ellas tratará temas como la mujer ideal y el amor imposible (El rayo de luna), lo exótico (El caudillo de las manos rojas), el ansia del amor absoluto... Sus dos temas centrales son la fuerza del amor y la presencia en la vida cotidiana de lo sobrenatural y maravilloso. Ambos expresan la insuficiencia de la razón para comprender el mundo, ya que la realidad no es racional.

Sus personajes representan ideas: suelen ser caballeros, galanes, artistas o bellas mujeres. Aquellos que aspiran al amor no lo consiguen, pero sí quienes miran a Dios.

El acierto de Bécquer fue crear un nuevo género: la leyenda lírica o poemas en prosa, prosa que destaca por su ritmo (conseguido mediante enumeraciones o construcciones con la misma función sintáctica) y por la insistencia en imágenes plásticas y sonoras.

Bécquer sitúa las leyendas en un tiempo lejano (suele remontarse a la Edad Media), aludido vagamente. Los espacios son naturales o ámbitos sagrados, es decir, lugares no contaminados por la razón o la civilización. La estructura argumental de las leyendas está poco desarrollada: lo que ocurre en el interior de los personajes es más importante que los hechos exteriores. No todas se narran de manera novelesca, sino que el escritor dice haber llegado hasta ellas de algún modo, a través de una experiencia personal y este marco de la pesquisa para dar con la información se integra en el relato legendario.

Las leyendas siempre transmiten un mensaje ético relacionado con los problemas espirituales de la época. Casi todos los personajes están aprisionados en su falta de fe, en su orgullo o en su vanidad, y Bécquer, desde su formación católica, sólo ve dos soluciones al mal: la conversión o el infierno. Muchas veces las fuerzas del mal están representadas por una mujer que lleva al hombre a la perdición. La figura femenina suele ser la mejor caracterizada, pero de los rasgos físicos sólo conocemos una belleza abstracta.

Destacan entre otras: El rayo de luna, El monte de las ánimas, Los ojos verdes, El beso, Maese Pérez el organista...




  1. Rosalía de Castro (1837-1885)

Nació en Santiago. El hecho de tener que abandonar su Galicia natal produjo en ella un sentimiento de profundo desarraigo.

Como Bécquer, escribe una poesía intimista, une lo culto y lo popular, busca la expresión natural y sencilla de los sentimientos y tiene preferencia por la asonancia. Pero ella estaba inserta en el mundo, y se hace portavoz de los temas del proletariado gallego, expresando con gran lirismo y economía de recursos poéticos la miseria, el desempleo y la crisis que conducen a la tragedia de la inmigración.

Escribió en gallego sus Cantares gallegos y Follas novas. De su producción es castellano destaca como la mejor En las orillas del Sar, en la que domina, como en sus obras gallegas, el dolor, aunque ahora provocado por el desengaño y la pérdida de las primeras ilusiones.

Sintió hacia Castilla un resentimiento tanto social (era donde los emigrantes gallegos buscaban trabajo) como estético(no llegó a comprender la belleza de la meseta castellana, un paisaje tan diferente al gallego).

Cantares gallegos (1863) es su primera gran obra. Hay en ella un tono alegre que no volverá a repertirse. Tiene un fin social: intenta dar a conocer su tierra.

Follas novas (1880) tiene dos partes: una primera parte de poemas subjetivos en la que destaca la desolada visión de la existencia de una persona que está en la plenitud de la vida (siente que vivir es padecer: identifica vida y dolor); la segunda, es de carácter social y se centra en las familias de los inmigrantes para revelarnos el carácter heroico de las madres que cuidan a sus hijos en soledad, sin amor ni consuelo.

En las orillas del Sar ((1884) desaparece el mundo exterior y se centra más en su propio espíritu. La naturaleza le sirve para expresar sus sentimientos (soledad, dolor, nostalgia). Su visión del mundo es de extremada desolación. Destaca la referencia a los “tristes”: seres predestinados únicamente al dolor. Se refleja también la contradicción que siente entre la existencia del dolor en el mundo y Dios.

Cabe destacar en esta autora sus innovaciones métricas: deforma las estrofas clásicas y prefiere la asonancia. Escribe en combinaciones de versos sin medida regular que riman en asonante. Sus metros más renovadores son los versos de 14, 16 y 18 sílabas.

Su estilo: en su afán de claridad no abusa de la metáfora y emplea numerosas comparaciones. El recurso más usado es el símbolo, junto a repeticiones y contrastes. Destaca la naturalidad con que se refiere a lo extraordinario.



4.2. EL TEATRO ROMÁNTICO

A pesar de que el género más característico del romanticismo es la poesía lírica, lo que contribuye al éxito del Romanticismo en España es el teatro, por ser espectáculo, porque llega a más gente.

El principal género dramático del Romanticismo es el drama, que es una mezcla de todo, que refleja la complejidad de la vida con su variedad de clases sociales, mezcla del lenguaje coloquial y culto, de penas y alegrías.. lo que se pretende con estos contrates es ser más realista.

Los cuatro o cinco dramas más representativos del Romanticismo español tienen unas características comunes que son las siguientes:

voluntad de romper con las estructuras del drama neoclásico: disciplinada construcción VS libertad como principio creador. Se rompen las fronteras que separan los géneros dramáticos (búsqueda de nuevas sensaciones y emociones), se mezcla la prosa (escenas narrativas) y el verso (escenas líricas) de acuerdo con los estados internos; después se escribirá sólo en verso con una rica polimetría.

Se rompen también las unidades de espacio, tiempo y acción. Se amplían los lugares escénicos: predilección por el panteón, paisaje abrupto y solitario, tormentas, mazmorras... La acción se desarrolla siempre en épocas pasadas, con preferencia por la Edad Media, y a veces se toman acontecimientos históricos como marcos del drama.

El drama romántico se divide en jornadas, que suelen ser cinco, y éstas a su vez en escenas. Las jornadas suelen llevar títulos, que resultan a veces muy efectistas (ej, en Don Álvaro o Don Juan Tenorio.)

los personajes: los rasgos definitorios del héroe del drama romántico son el misterio (origen desconocido) y la pasión fatal, signo y símbolo de la nueva concepción romántica de la vida. Es portador de un destino adverso para él y para todo el que le rodea. Hermoso, con una belleza tanto física como espiritual, hay a la vez en él algo de angélico y diabólico. En medio de esta borrascosa existencia, la heroína romántica es un “ángel de luz”, un ser divinizado capaz del mayor sacrificio y heroísmo y predestinada, desde el momento en que ama, a la muerte. Alrededor de ellos los demás personajes parecen existir para oponerse al cumplimiento del amor de la pareja protagonista, o para asistir impotentes a la catástrofe final.

en los temas debemos destacar dos:

  1. el amor: que se desarrolla en complejas tramas argumentales. Conecta con Shakespeare, pero los personajes del drama español están menos logrados y son menos verosímiles que los del dramaturgo inglés.

  2. el sino: un destino adverso persigue al héroe romántico. Su fatalidad reside además en que este destino viene impuesto por una serie de casualidades e infortunios que le conducen a la tragedia final. El dolor y el sufrimiento marcan la vida del héroe.

Es un teatro muy espectacular, con muchos cambios de luz, peleas en escena y mucho colorido. La ambientación es muy importante.

Es evidente que estos elementos no se dieron en todos los dramas románticos de igual medida: hay primero una introducción, después un momento de plenitud y exaltación frenética y finalmente, truncada la trayectoria romántica, triunfa el drama histórico.

Son pocas las obras que configuran el teatro propiamente romántico:

  1. La conjuración de Venecia, Martínez de la Rosa (1834): es un drama político lleno de efectismo y sentimentalismo romántico. Parte de un hecho histórico, las luchas por el poder en la Venecia del siglo XIV, al que añada la historia de amor entre Ruggiero y Laura, casados secretamente. El autor defiende la libertad, pero una libertad que respete las normas de la sociedad.

  2. Macías, Larra (1834): tema del amor adúltero que lleva a la muerte, tema que es una obsesión para el autor, que se identificaba con el protagonista. Cuenta los amores y la muerte del trovador gallego Macías, enamorado de Elvira, dama de la corte que está casada con otro hombre.

  3. Don Álvaro o la fuerza del sino, Duque de Rivas (1835): su estreno causó mucho asombro en el público pero poco entusiasmo; con el tiempo, la crítica fue valorando la obra positivamente (ej, Verdi se inspiró en ella para crear La forza del destino). Su autor incorpora los grandes temas del romanticismo a esta obra: el hombre marginado (en el caso de Don Álvaro hay que hablar de un determinismo vital pero también social: hay que recordar que no desvela su origen porque es un indiano, y se encuentra en una sociedad llena de prejuicios racistas y clasistas), la superstición (la gitana al principio de la obra nos da una pista del trágico final dl protagonista), el pesimismo, la melancolía, la incorporación del lenguaje cotidiano, el destino.

El tema fundamental es la fuerza del destino que se impone a la voluntad del hombre y que es producto de una serie de casualidades fatídicas: Don Álvaro no quiere matar al Marqués de calatrava, ni a Carlos, ni a Alfonso... y ante esta sucesión de sucesos fatídicos que le persiguen durante toda la obra, él no puede hacer nada, y la tragedia final será su propio suicidio. La fatalidad es el verdadero eje del drama. La familia de Leonor (su padre y sus dos hermanos, encarnan una idea deshumanizada del honor que llevará a todos a la muerte.

Argumento: Don Álvaro es un rico indiano de origen misterioso que se enamora de Leonor, la hija del Marqués de Calatrava, que se niega a aceptar la petición de matrimonio que ha hecho Don Álvaro. Enamorados, deciden huir, pero en ese momento el padre de Leonor aparece para impedirlo, una pistola se dispara accidentalmente y el marqués muere. Don Álvaro huye a Italia creyendo a Leonor muerta. A partir de este momento se desencadena una serie de lances y aventuras que llevan al reencuentro funesto de los amantes cinco años después del suceso y concluye con la

muerte de los amantes.

Respecto al estilo: en la obra se potencian todas las características del romanticismo en cuanto temas y en cuanto a libertad creadora frente a las normas neoclásicas: se rompe la unidad de acción (Sevilla, Córboba, Italia), de tiempo (transcurren cinco años) y de acción (se rompe con escenas costumbristas). Se mezcla la prosa y el verso.

NOTA: os adjunto el guión de lecturas de la obra porque viene muy bien explicado. Centraos a la hora de hacer el esquema en: el tema, los elementos románticos que se drama.

  1. El Trovador, García Gutiérrez (1836): sus dos temas centrales son el amor y la venganza. Está inspirado en un suceso del siglo XV de Aragón: Manrique, el trovador, es víctima de la venganza pero héroe de amor pues logra conquistar a Leonor.

  2. Los amantes de Teruel, E. Hartzenbusch (1837): dramatiza los amores de Diego Mansilla e Isabel Segura, asunto que parece ser una tradición local de Teruel.

  3. Don Juan Tenorio, Zorrilla(1844): es la obra más representativa del teatro romántico. Fue subtitulada como “drama religioso fantástico” y en ella el autor recupera el tema del libertino que recupera la fe. El drama se basa en la obra de Tirso de Molina (siglo XVII) El burlador de Sevilla, pero el final cambia gracias a su mejor creación: Inés, ángel de amor que logra la salvación del libertino y la redención romántica del héroe. La obra se divide en dos partes:

1ª parte: comedia de capa y espada, gran despliegue de acción y violencia, concentración de tiempo. Consta de cuatro actos en la que nos presenta la personalidad del héroe (lances, apuestas, armas de seducción), el encuentro amoroso entre Inés y Don Juan (rapto de la joven, escena de amor) y la huida del protagonista. Es una parte muy dinámica invadida de motivos románticos (peleas, elementos carnavalescos, apuestas, tapias de convento...)

2ª parte: tiene lugar cinco años después, cuando Don Juan regresa a Sevilla. Hay una lucha de fuerzas hasta que finalmente triunfa el amor que redime su vida del libertinaje. No dejan de parecer motivos románticos: sepulcros, cipreses, nostalgia del protagonista, campanas fúnebres... el ritmo es más lento, acorde con el estado meditabundo del protagonista. Destacar: el convidado de piedra y la cena macabra.

NOTA: os adjunto el guión porque viene mucho más explicado y desarrollado. Centraos: motivos romántico, la significación de cada una de las partes, el tema de la salvación por el amor, la figura de Inés y de Don Juan, los metros.

DON JUAN TENORIO, JOSÉ DE ZORRILLA


  1. Autor: José de Zorrilla (1817-1893)


Ya desde niño se destacaba en él una exaltada imaginación y una propensión a lo misterioso y plástico. En contra de lo que su padre esperaba de él, llegar a ser un gran abogado, pasó sus años de estudiante leyendo a los románticos, escribiendo versos y representando antiguas comedias refundidas “a lo divino” por los padres jesuitas.

Dos fueron las ciudades que le dejaron una honda huella. En Sevilla el sentimiento del paisaje se apoderó de él y sus rincones más pintorescos aparecerán constantemente en su obra literaria. En Toledo sintió los hechizos de sus calles moriscas, de sus antiguas sinagogas, de sus puentes romanos..., y será ésta otra ciudad presente en su obra y escenario obligado de muchas de sus leyendas. (leer pag. 14 opiniones de sus costumbres nocturnas)

Cuando por fin llegó a Madrid, meca de sus aspiraciones literarias, vivió días de estrecheces y bohemia, siempre alerta para evitar a los ministriles de su padre que le buscaban. Los versos que leyó en el entierro de Larra (que se había suicidado dos días antes) le consagraron oficialmente como poeta y su producción literaria se iniciará desde entonces.

Pero ni siquiera sus éxitos literarios convencieron a su padre. Esta desavenencia y distanciamiento familiar fueron para él una obsesión. Cuando tres años después de la muerte de su madre, en 1849, fallece su padre, cae en una profunda amargura. Don José Zorrilla Caballero había muerto sin llamarle a su lado, de cara a la pared como gesto de condena de los éxitos literarios de su hijo. Entre 1850 y 1854 su producción literaria fue casi nula.

En realidad su actividad productiva se centró entre 1837 (año de la muerte de Larra) y 1850. Durante este período poesías, leyendas y dramas se sucedieron en constante progresión. En 1844 apareció su obra cumbre, Don Juan Tenorio, que le elevaría a la apoteosis de la popularidad. Traidor, inconfeso y mártir (1849) fue el tercer gran drama de Zorrilla.

Lo que más estimó de toda su obra fueron las leyendas. El legendario cristiano A buen juez mejor testigo y otras leyendas supusieron los bocetos de piezas dramáticas con elementos donjuanescos que preconizaban el Tenorio. Zorrilla recogió los temas de la tradición popular, de vidas de santos, de dramas del Siglo de Oro, de romances, de novelas y de crónicas antiguas.

Los últimos años del poeta transcurrieron entre las dulzuras del éxito, la gloria y la fama conseguida, y las amarguras que le produjeron las dificultades económicas y los problemas de salud. Cuando muere en 1893 miles de personas acuden a su entierro en Madrid, y periódicos y revistas del mundo hispánico se hacen eco de este auténtico y espontáneo dolor de la patria. La celebridad que consiguió en vida en todas las esferas sociales se debió a su dedicación literaria al pueblo.

Sin embargo, de la obra que le dio fama dijo a los 64 años que estaba llena de errores que se reducían al amaneramiento y mal gusto de situaciones, “ripios y hojarasca” en la versificación y la desafortunada creación de don Juan, personaje sin carácter y con defectos enormes. Por ello pensó en una refundición del drama que corregiría estos defectos y le hiciera recobrar los derechos de la obra, que había vendido años antes y que estaba enriqueciendo a editores, actores y empresarios, mientras él vivía prácticamente de la caridad pública. Nunca ocurrió.

También hay que destacar de sus últimos años de vida la amargura que le producía el sentirse anticuado, un escritor lleno de prestigio, pero cuyo mensaje había perdido actualidad. De ahí su frustración al no conseguir que los editores aceptaran sus obras.


  1. Contexto cultural de la España del último tercio del siglo XIX.


El período romántico se había caracterizado por el predominio de la poesía y, sobre todo, del drama. Sin embargo, a partir de 1870, con la aparición de la primera obra de Galdós, La fontana de oro, surge un mayor interés por la novela con una marcada tendencia al realismo costumbrista, psicológico y social. La Restauración (1874) incrementa aún más dicho interés y da obras como Pepita Jiménez, El sombrero de tres picos. Galdós, por su parte, escribe profusamente sus Episodios Nacionales desde 1873. En ellos, y a diferencia de los románticos como Zorrilla, que exaltaban el pasado español, descubre la historia española inmediata, la del siglo XIX, más asequible al público a que se dirige y más conforme con su sentido de actualidad, de ansia por una España nueva, de responsabilidad ante la problemática nacional, trayectoria claramente precedente del 98.

En 1879 Galdós cierra la segunda serie de sus Episodios. La novela histórica pasa temporalmente de moda. Don Benito, observador atento a los gustos del público, abre la serie de “novelas contemporáneas”, obras ideológicas, de tesis y tendencia social, en consonancia con los gustos y corrientes de la época.

En el terreno del drama encontramos, sin embargo, una excepción, la del “rezagado romántico” Echegaray, que se fabricó su propia receta teatral: resucita el drama romántico en su forma más florida, melodramática y efectista, y le aplica el moderno teatro realista de ideas y nuevos problemas de la época positivista. Desliga de sus dramas el pasado histórico y legendario, sin situarlos tampoco en la época contemporánea. Sus tipos son símbolos de violentas pasiones humanas en conflicto con los rígidos conceptos del deber y del honor calderonianos, y les hace llegar, por medio de fines efectistas, a una solución detonante de moral implacable, sin tener en cuenta la lógica interna y natural de las pasiones humanas. (buscar algo de Echegaray). Esta fórmula hizo de Echegaray el “monstruo de la naturaleza” de su tiempo. Y Zorrilla, por el contrario, romántico cantor de las glorias nacionales, en un pasado histórico y legendario, sonaba a eco anticuado en una época burguesa, materialista y crítica, de gustos e ideas positivistas.


  1. Don Juan Tenorio, drama romántico.


El estreno en 1835 de Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas, supone la inauguración solemne del romanticismo español. Pero su dominio en las letras patrias va a durar poco más de una época.

Lo dominante en el espíritu del romanticismo español es el retorno a la Edad Media, el entronque con la tradición nacional del Siglo de Oro, la de Lope, Calderón y el Romancero. Los dos representantes máximos del romanticismo nacional fueron Rivas y Zorrilla.

Don Juan Tenorio es la obra más representativa del teatro romántico español con su poder de parodia clásica: tiene todos los elementos de la obra seria, pero sin bases para la credibilidad. Es una refundición del Burlador de Sevilla de Tirso y del Convidado de piedra de Zamora. Con técnica y sensibilidad románticas el poeta revive la figura mítica del libertino, creada por Tirso.

Sus rasgos de héroe romántico y lo esencial de la intriga y acción cobran vigor con la presencia del antagonista, Luis Mejía, de personalidad paralela a la de Juan, aunque más esquemática y desdibujada. El rígido código del honor clásico está representado en don Gonzalo de Ulloa con la misma inflexibilidad que en los dramas calderonianos. Brígida encarna la tradición celestinesca. Ciutti es la “figura del donaire”, tan esencial en el Siglo de Oro. Lucía es la criada clásica, materialista e infiel, que vende a su ama por dinero. Une además Zorrilla el tema del “burlador” con el de “el convidado de piedra” y su banquete macabro.

Pero la gran contribución de Zorrilla y del romanticismo al tema donjuanesco es la bella creación de doña Inés, ángel de amor, “Virgen maría” medianera, que hace posible la salvación del libertino. La salvación por el amor sitúa el drama dentro del gusto romántico: la unión de la mujer y el amor contribuye a ese alto de redención romántica.

El estilo del drama está en armonía con el tono paródico propio de estas obras románticas. Los personajes usan un castellano moderno, aunque salpicado de ciertos arcaísmos, giros, juramentos e interjecciones que abundan en los dramas del Siglo de oro. El breve diálogo en italiano entre Buttarelli y Miguel es también un remedo de recursos parecidos de la comedia clásica, a la vez que un intento de Zorrilla de darle un tono realista.


Una acumulación de motivos románticos invade el drama:


1ª parte: misterio inicial del héroe acompañado de elementos carnavalescos (antifaces, máscaras, duelos, apuestas sobre vicios y crímenes...), el tiempo con calidad dramática, la noche de luna y misterio en las calles sevillanas, encarcelamientos, tapias de convento asaltadas, celdas de clausura mancilladas, sacrilegio y rapto, un barco esperando en el Guadalquivir profundo y enigmático, muertes a fuego y espada y huida veloz del héroe arrebatado por la desesperación.

Todo envuelto en movimiento, dinamismo y acción. Don Juan es una vorágine que arrebata todo a su paso.


2ª parte: se abre en el panteón de la familia Tenorio. Sepulcros, estatuas de piedra, sauces llorones inclinados sobre las tumbas y cipreses en una noche de luna plateada y gélida. Un Don Juan meditabundo entre tumbas sobrecogedoras, sombras de ultratumba (Inés), la estatua animada del comendador y la invitación temeraria. Banquete, brindis y euforia en casa de Don Juan seguidos de duelos y muerte. Cena paródica en el sepulcro del Convidado de piedra (reloj, plato de ceniza y copa de fuego), espectros, sudarios y sombras macabras. Campanas fúnebres y cantos funerarios. Arrepentimiento y apoteosis final de amor. Dos almas que ascienden al cielo al esclarecer el alba de un nuevo día que aterrará a los sevillanos.



  1. Estructura del drama.


Libertad absoluta en la construcción del drama, lo que evidencia de nuevo su romanticismo. La obra está dividida en dos partes:


—comedia de capa y espada.

historia del libertino.

1ª parte —cuatro actos.

despliegue de acción y violencia en una increíble concentración de tiempo.



drama religioso

moralidad propia del auto sacramental cuya culminación marca la salvación del pecador.

tres actos.

2ª parte —ritmo más lento y meditabundo, en armonía con los conflictos internos del héroe, que vacila entre realidad y delirio, y con el misterio y suspense de su salvación. El reloj de arena desliza implacable los granos de la vida, marca el ritmo y eleva la tensión.

todo transcurre en una noche de verano cinco años más tarde.



Los siete actos van encabezados con títulos efectistas que nos previenen y ambientan.

El drama brota de la interacción de los personajes, que aparecen aislados sin saber de dónde viene y en cuadros sucesivos. La técnica interna de los actos sigue una serie de paralelismos y contrastes de personajes, temas y situaciones que nos recuerdan a la comedia clásica. Esta construcción simétrica domina sobre todo la primera parte, aunque en los actos finales de la segunda parte, aparecen de nuevo situaciones paralelas.

También encontramos paralelismo de estilo: frecuentes repeticiones de versos, palabras y expresiones de diálogos con el mismo tono y rapidez. Esta construcción simétrica revela su intención de crear una obra con la simplicidad del arte popular.

El paralelismo de acción y de estilo es un recurso técnico de gran valor efectista, tensional y climático, dentro de la libertad estructural del romanticismo.

Compuesto en verso encontramos todo tipo de estrofas: redondillas, quintillas, romances, versos sueltos, octavillas. Ovillejos, décimas, cuartetos. A excepción del romance, que prefiere la asonancia, las demás combinaciones métricas llenan, con su rima consonante, de sonoridad el drama, que nos muestra también ese afán de prosa que se fermenta en dicho período.

Ya dijimos que el propio Zorrilla encontraba en su obra exceso de “ripios y hojarasca” y que su poesía estaba vacía de contenido y emoción por haber sido producto de su delirante imaginación, no brote espontáneo del corazón. Para muchos críticos el drama es un muestrario de elementos externos y efectistas que componen la sonoridad populachera de poesía primitiva: encabalgamientos, repeticiones, ripios, todo al servicio de una rima y ritmo enfáticos y rebuscados, propios de la poesía popular.


  1. La salvación por el amor.


El Burlador de Tirso de Molina es un ejemplo de moralidad ortodoxa que condena a Don Juan por morir impenitente e incontrito: desperdicia el último grano de arena de su reloj. Sus pecados son de irresponsable autosuficiencia y de desprecio por la gracia, pecados contra el Espíritu Santo. En el drama de Tirso triunfa la justicia divina.

Pero el Don Juan de Zorrilla seguirá el camino de la contrición por el amor sincero a una mujer. Los suyos no son pecados contra el Espíritu Santo, sino pecados “normales”, calaveradas y bravuconadas juveniles motivadas por su vanagloria y estima personal. Y será la infinita misericordia de Dios la que triunfe, esta vez, en el drama zorrillesco.

Paradójicamente es el “bueno”, el recto e intransigente, Don Gonzalo de Ulloa, quien va al infierno por pecar de orgullo, odio y soberbia espirituales, víctima del frío código de honor.

El autor, dado el carácter religioso del drama (lo subtitula “drama religioso-fantástico”), rodea a Don Juan de un marcado satanismo que desde el principio está en boca de todos los personajes, y que se ve acentuado por su destreza, fuerza y valor físicos, arrojo y temeridad con los muertos y su poder seductor en el terreno del amor.

Inés es víctima de este poder diabólico desde que le ve por primera vez a través de unas celosías, y cuando despierta de su desmayo, se siente víctima de amuletos y filtros infernales que la arrastran tras el libertino con la fuerza irresistible de un amor que ella cree de Satanás. Y siente la tiranía de su pecado, el haberse entregado al amor del libertino a despecho de su honor y obligación. Pero reconoce la culpabilidad de su amor, que confirmará la sentencia divina tras su muerte: su tumba será el purgatorio donde ha de esperar al asesino de su padre, ya que por pertenecer tan fiel a su amor “satánico”, su salvación quedará pendiente de la última decisión de Don Juan. Y finalmente el poder del amor transformará en ángel al demonio que fue.

Los problemas religiosos de Don Juan son primariamente dudas, no obstinación contra la fe: no sabe si hay un reino más allá del terrenal. Y cuando la estatua del Comendador le prueba la existencia de Dios y de una vida tras la muerte, primero blasfema, y después entra en un estado de desesperación pues es imposible borrar treinta años de crímenes y delitos en un momento. Pero antes de caer el último grano de vida le ilumina la fe: “... si es verdad / que un punto de contrición / da a un alma la salvación / de toda una eternidad, / yo, Santo Dios, creo en Ti: / si es mi maldad inaudita, / tu piedad es infinita... / ¡Señor, ten piedad de mí!” Y es Inés quien toma la mano que don Juan tiende al cielo, sosteniendo así su fe: “Yo mi alma he dado por ti, / y Dios te otorga por mí / tu dudosa salvación.”


DON ÁLVARO O LA FUERZA DEL SINO, DUQUE DE RIVAS.

Don Ángel Saavedra y Ramírez de Baquedano nace en Córdoba el 10 de marzo de 1791. Su lema “Padecer por vivir”, parece pensado para el protagonista de esta obra. Como hijo segundo, no estaba destinado a recibir el título de su padre. A los dieciséis años compuso su poema heroico de carácter neoclásico “A la victoria de Bailén”, que marca el inicio de su carera literaria. A pesar de ser un convencido de la Constitución de Cádiz de 1812, ni su hermano ni él fueron perseguidos durante la primera gran persecución de liberales. En 1822 fue elegido diputado a cortes: fue un liberal convencido, exaltado y duro opositor del gobierno que presidía Martínez de la Rosa. Pero en 1823 las tropas francesas entran en España y Fernando VII recobra sus poderes absolutos, con lo que es abolida la Constitución de Cádiz y empieza la llamada década ominosa. Don Ángel tuvo que huir: Gibraltar, Londres, de nuevo Gibraltar, Malta, y finalmente París en 1830. Allí vivió la apoteosis del Romanticismo. Tras la muerte del rey la reina María Cristina promulga una amnistía y regresa a España en 1834 después de más de diez años de exilio.

Al poco de estar Madrid muere su hermano mayor y se convierte en el Duque de Rivas. Se dedica por entero a la política, pero sus convicciones han cambiado: es mucho más moderado, e incluso un conservador (fue nombrado ministro de la Gobernación por un gabinete claramente conservador). Las revueltas de signo liberal hicieron que de nuevo tuviera que huir. Regresa a España en 1937 y sigue dedicándose a la política. Morirá el 22 de junio de 1865 a los setenta y cuatro años de edad,, edad muy avanzada teniendo en cuenta la época turbulenta, apasionada, romántica y contradictoria que le tocó vivir.


TEATRO DEL DUQUE DE RIVAS


Sus siete primeras obras son tragedias en cinco actos de carácter eminentemente neoclásico, en los que se respetan escrupulosamente las reglas de las tres unidades. Sin embargo, podemos encontrar en ellas algunos rasgos personales y un cierto espíritu prerromántico. El resto de su producción, con la excepción de Don Álvaro, pertenece a la comedia: son obras de una mayor vivacidad y gracia que sus intentos trágicos, envueltas en una aire divertido e irónico y con una moraleja que encierra una enseñanza social, un tanto a lo Moratín, siempre dentro de una atmósfera amable, suavemente crítica y razonablemente pedagógica.


DON ÁLVARO O LA FUERZA DEL SINO

Aunque ya los estrenos de La conjuración de Venecia de Martínez de la Rosa y el Macías de Larra en 1834 habían preparado el camino, la gran batalla del teatro romántico en España se da en el estreno de esta obra en 1835. Hubo división de opiniones, pero sus detractores insistieron sobre todo en que había quebrantado la regla de las tres unidades (tiempo, espacio y acción). No faltaron críticas positivas que la calificaron de acontecimiento literario y presagio del nacimiento de una poesía dramática nacional. La mayoría, sin embargo coincidió en alabar la puesta en escena y la interpretación.

Sin duda la obra bebe de las leyendas de tradición oral: la historia del indiano enamorado de una aristócrata, la de la mujer penitente o la del diablo que, disfrazado de fraile, se dedica a predicar.

Algunas de las acotaciones son auténticas pinturas románticas: lugares inhóspitos pero hermosos, así como la aparición de Leonor al final de la obra, envuelta en un saco, despeinada y pálida. El Romanticismo no dio sólo impotancia a la palabra como motor esencial del drama, sino también a la escenografía, y esta condición pictórica está patente en Don Álvaro.

Analizaremos los rasgos del romanticismo que se dan en la obra, tanto en lo que se refiere a los personajes como a la estructura de la obra.

La aparición de los personajes envueltos en un halo de misterio, es uno de los hallazgos más representativos del romanticismo de esta obra. Nadie sabe quién es exactamente este caballero noble, valiente y adinerado que tan sólo lleva unos meses en España y que aspira a casarse con la hija del Marqués del Calatrava. La concatenación de hechos desgraciados viene determinada por su origen: como mestizo su sangre, es para un aristócrata español, impura.

El sino es el tema de la obra: el Duque de Rivas plantea el conflicto entre la libertad del individuo y el determinismo vital, pero en don Álvaro este determinismo se muestra desde una doble perspectiva: como fatalidad cósmica y como fatalidad social. Y es esta fatalidad social —él es un mestizo— el que le empuja al ocultamiento de su origen. La fatalidad cósmica es una fuerza inexorable que anula la voluntad del individuo: el destino se convierte en la condena de la libertad anhelada por el romántico. Contra el destino sólo queda la salvación por la muerte. La muerte es para el romántico la única salvación ante la adversidad del destino y su búsqueda anhelante se convierte en el eje argumental del drama. Pero el destino, presentado como fuerza superior incluso a la muerte, se la niega.

Don Álvaro es un personaje desesperado que corre hacia la muerte pese a todos los intentos para oponerse a esa fuerza cósmica que lo arrastra inevitablemente hacia un pesimismo trascendental, cuya única salida es el suicidio.

Don Álvaro pertenece a los grandes personajes del romanticismo europeo que se ven atrapados en las redes de una existencia terrible que parece responder a la cólera injusta de un Dios ajeno al dolor humano. Y el héroe pierde la fe en la providencia y se siente como en una cárcel o al borde del abismo. Ya sabemos algo muy significativo: Don Álvaro nació en una prisión. Y el término de una existencia continuamente atormentada, el suicidio clamoroso y desesperado, es un grito de protesta anta la injusticia y el absurdo de la vida. Amor, honor, reconocimiento... todo se le niega a Don Álvaro y su vida se va envenenando hasta conducirle a la desesperación.

Nuestro héroe es un personaje lleno de cualidades magníficas que deberían ser altamente valoradas, pero su categoría física y moral, de la que da muestras a lo largo de toda la obra, de nada le sirven porque el elemento social le juega una mala pasada: ama a la hija de un aristócrata y no puede revelar el secreto de su cuna. Su autor al tiempo que le dota de estas magníficas cualidades, le va destruyendo. Sus suicidio parece ya preparado desde el comienzo de la obra: las palabras de Preciosilla “no es buena la que le espera si las rayas de la mano no mienten”, son un presagio funesto. Don Álvaro es noble, romántico, misterioso y apasionado pero, sobre todo, es un hombre terriblemente desgraciado el destino se ensañará con él y le perseguirá hasta la extenuación y el suicidio, momento en el que observamos sus exclamaciones satánicas: “Soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador”. Todo el proceso de la obra es típicamente romántico: el desafío a Dios, la frustración de las esperanzas religiosas y la locura ante una situación que supera lo humanamente soportable.

Sus últimas palabras nos muestran otro tema típicamente romántico: el satanismo. Gran parte de las desgracias vividas se le atribuyen al diablo y a sus malas artes. Aunque aparece plenamente en las últimas escenas de la jornada V, las alusiones a lo infernal se encuentran a lo largo de toda la obra.

Los miembros varones de la familia Calatrava cumplen varias misiones teatrales: son el contrapunto del héroe, guardianes del honor y se convierten en vengadores y opositores de todos los deseos de Don Álvaro. Son los instrumentos del destino adverso, pero hay que tener en cuenta que forman parte del entramado social y que han de actuar según lo que se espera de ellos.

El marqués de Calatrava se nos describe como un viejo roñoso, vanidoso y pobre, pero también como un padre cariñoso que quiere a su hija. A pesar de estar arruinado se niega a que Leonor se case con su amado, lo cual es bastante lógico teniendo en cuenta que nada sabe de él y que es parte y valedor de una sociedad clásica y racista. La muerte accidental del Marqués es el primer paso de la implacable cadena de desgracias que conducirán al héroe a su trágico final.

Los hermanos de Leonor, Carlos y Alfonso, han de vengar, según el código del honor estricto, tanto la muerte del padre como la seducción de la hermana. Lo trágico es que ni Don Álvaro es responsable de la muerte del Marqués, ni ha seducido a la joven. Ambos personajes son muy parecidos: impulsivos, intransigentes, altivos y valientes. Carlos primero y Alfonso después convertirán su vida en una obsesión: matar al culpable de todas sus desgracias. El que los dos mueran en un duelo a manos de Don Álvaro forma también parte de la concatenación fatídica de los acontecimientos. La gota que colma el vaso de la paciencia del indiano es el insulto que Alfonso le dirige en la última jornada: “mestizo fruto de traiciones”. Don Álvaro no puede más y le hiere de muerte. Pero este rencoroso personaje acaba con la vida de Leonor antes de que se apague su aliento: al verla allí piensa que su hermana se ha ido a vivir al monte para estar con su amante. Algo similar sucede con Don Carlos: cuando descubre que en realidad el supuesto Don Fabrique es Don Álvaro, el código de honor y de venganza se impone al juramento de amistad eterna (recordemos que ambos se salvan la vida), y a pesar de que Don Álvaro intenta explicarle por todos los medios que él no fue el causante de la muerte de su padre y que no sería capaz de matar a un hermano, el duelo entre ambos tiene como fatídico final la muerte de Don Carlos. Son, pues, los antagonistas del héroe y representantes de la más rancia nobleza.

Doña Leonor también tiene rasgos de heroína romántica: joven, bella, con gran capacidad para amar y, como Don Álvaro, tremendamente desgraciada. Su temor e indecisión a la hora de fugarse o no con su amante resulta fatal. Tras la muerte del padre su profundo sentido de culpa la lleva a una mortificación constante, y para expiar sus pecados busca consuelo y perdón en la religión y en el apartamiento del mundo, de ahí que acuda al convento de los Ángeles.

El padre guardián del convento representa la bondad cristiana. Es el único que comprende la desesperada situación de ambos personajes y les da protección. No ocurre así con el envidioso hermano Melitón.

Uno de los hallazgos más significativos del Duque de Rivas son los numerosos personajes populares que aparecen en la obra, de todo tipo de profesiones. Éstos tiene tres papeles fundamentales: sirven de contrapunto a la nobleza de los personajes principales (matiz costumbrista del Romanticismo), presentan a los personajes principales y emiten sus juicios sobre ellos. Algunos de ellos desempeñan un papel de enlace entre los comentarios populares y los acontecimientos de los nobles. Por ejemplo, la figura del canónigo avisando al Marqués, se convierte en el verdadero causante de todos los acontecimientos. De todos ellos destacaremos a Curra, criada de Leonor y que juega un papel fundamental a la hora de convencer a Leonor para que definitivamente ésta decida fugarse con Don Álvaro, y Preciosilla, la gitana que nos avisa del destino adverso del héroe desde el principio de la obra.

En cuanto a la estructura del drama: se divide en cinco jornadas que se desarrollan a lo largo de cinco años. El argumento va intrínsecamente unido a la estructura: los acontecimientos se encadenan en las diferentes jornadas de tal manera que, a pesar de que cada jornada posee una unidad temática, todas ellas se entrelazan formando un bloque único.

Se alternan la prosa y el verso. Las escenas en prosa tienen un carácter costumbrista; las escenas en verso se reservan para las intervenciones de los personajes principales y tienen un tono elevado y dramático. Las estrofas son variadas: redondilla, romance, silva, seguidilla, décima...

En la primera tiene lugar el planteamiento del drama. La muerte del Marqués supone el clímax, la segunda nos pone en contacto con uno de os temas importantes de la obra: la religión. Leonor busca protección en la virgen, por eso va al convento de Nuestra Señora de los Ángeles. Su padre ha muerto, cree que es culpable de este suceso y además piensa que Don Álvaro la ha abandonado: ya no tiene nada a lo que asirse en este mundo. La vida también enviará a Don Álvaro a este lugar, que será escenario del desenlace.

En la jornada tercera y cuarta la acción se desarrolla en Italia. En ellas Álvaro y Carlos aparecen con otra identidad: Don fabrique y Don Félix respectivamente. Se juran amistad, descubren quiénes son en realidad, hay un duelo y Carlos muere. Don Álvaro es condenado por infringir la ley de prohibición de duelos de Carlos III, pero el ataque a las tropas españolas y el desconcierto hacen que su capitán le libere. Don Álvaro decide volver a ala batalla para defender a su rey.

En la quinta tiene lugar el desenlace de la obra. Nueva identidad de Don Álvaro, ahora como padre Rafael, y nuevo deseo de venganza de la familia Calatrava: Don Alfonso. Doña Leonor vive retirada en la ermita del convento. Muerte de Don Alfonso, descubrimiento de que Leonor está viva, muerte de Leonor a manos de su hermano y suicidio de don Álvaro por los riscos de la sierra.

Como obra romántica que es, no se somete a ninguna regla. La acción, como ya hemos indicado, se desarrolla en cinco años y en catorce espacios diferentes, lo cual contribuye a dar gran dinamismo. El espacio en plenamente romántico: se puede apreciar en las acotaciones. La descripción del claustro del monasterio es uno de los ejemplos más claros de la estética romántica: el claroscuro que produce la luz de la luna en medio de la oscuridad del monte, la vinculación con lo mágico y sobrenatural, los riscos escarpados de la sierra, el día que empieza a nublarse (en la escena final de la obra) para acabar con truenos y relámpagos en el momento del suicidio...

Terminaremos con el lenguaje, que se integra perfectamente en la corriente romántica. Lo personajes emplean un tono pasional y ardiente y, al mismo tiempo, impregnado de la melancolía típica del Romanticismo. Además, otro de los aciertos del autor fue la introducción de un lenguaje popular y costumbrista que supone un excelente contrapunto al dramatismo de las acciones principales.



DON ÁLVARO O LA FUERZA DEL SINO, DUQUE DE RIVAS.

Don Ángel Saavedra y Ramírez de Baquedano nace en Córdoba el 10 de marzo de 1791. Su lema “Padecer por vivir”, parece pensado para el protagonista de esta obra. Como hijo segundo, no estaba destinado a recibir el título de su padre. A los dieciséis años compuso su poema heroico de carácter neoclásico “A la victoria de Bailén”, que marca el inicio de su carera literaria. A pesar de ser un convencido de la Constitución de Cádiz de 1812, ni su hermano ni él fueron perseguidos durante la primera gran persecución de liberales. En 1822 fue elegido diputado a cortes: fue un liberal convencido, exaltado y duro opositor del gobierno que presidía Martínez de la Rosa. Pero en 1823 las tropas francesas entran en España y Fernando VII recobra sus poderes absolutos, con lo que es abolida la Constitución de Cádiz y empieza la llamada década ominosa. Don Ángel tuvo que huir: Gibraltar, Londres, de nuevo Gibraltar, Malta, y finalmente París en 1830. Allí vivió la apoteosis del Romanticismo. Tras la muerte del rey la reina María Cristina promulga una amnistía y regresa a España en 1834 después de más de diez años de exilio.

Al poco de estar Madrid muere su hermano mayor y se convierte en el Duque de Rivas. Se dedica por entero a la política, pero sus convicciones han cambiado: es mucho más moderado, e incluso un conservador (fue nombrado ministro de la Gobernación por un gabinete claramente conservador). Las revueltas de signo liberal hicieron que de nuevo tuviera que huir. Regresa a España en 1937 y sigue dedicándose a la política. Morirá el 22 de junio de 1865 a los setenta y cuatro años de edad,, edad muy avanzada teniendo en cuenta la época turbulenta, apasionada, romántica y contradictoria que le tocó vivir.


TEATRO DEL DUQUE DE RIVAS


Sus siete primeras obras son tragedias en cinco actos de carácter eminentemente neoclásico, en los que se respetan escrupulosamente las reglas de las tres unidades. Sin embargo, podemos encontrar en ellas algunos rasgos personales y un cierto espíritu prerromántico. El resto de su producción, con la excepción de Don Álvaro, pertenece a la comedia: son obras de una mayor vivacidad y gracia que sus intentos trágicos, envueltas en una aire divertido e irónico y con una moraleja que encierra una enseñanza social, un tanto a lo Moratín, siempre dentro de una atmósfera amable, suavemente crítica y razonablemente pedagógica.


DON ÁLVARO O LA FUERZA DEL SINO

Aunque ya los estrenos de La conjuración de Venecia de Martínez de la Rosa y el Macías de Larra en 1834 habían preparado el camino, la gran batalla del teatro romántico en España se da en el estreno de esta obra en 1835. Hubo división de opiniones, pero sus detractores insistieron sobre todo en que había quebrantado la regla de las tres unidades (tiempo, espacio y acción). No faltaron críticas positivas que la calificaron de acontecimiento literario y presagio del nacimiento de una poesía dramática nacional. La mayoría, sin embargo coincidió en alabar la puesta en escena y la interpretación.

Sin duda la obra bebe de las leyendas de tradición oral: la historia del indiano enamorado de una aristócrata, la de la mujer penitente o la del diablo que, disfrazado de fraile, se dedica a predicar.

Algunas de las acotaciones son auténticas pinturas románticas: lugares inhóspitos pero hermosos, así como la aparición de Leonor al final de la obra, envuelta en un saco, despeinada y pálida. El Romanticismo no dio sólo impotancia a la palabra como motor esencial del drama, sino también a la escenografía, y esta condición pictórica está patente en Don Álvaro.

Analizaremos los rasgos del romanticismo que se dan en la obra, tanto en lo que se refiere a los personajes como a la estructura de la obra.

La aparición de los personajes envueltos en un halo de misterio, es uno de los hallazgos más representativos del romanticismo de esta obra. Nadie sabe quién es exactamente este caballero noble, valiente y adinerado que tan sólo lleva unos meses en España y que aspira a casarse con la hija del Marqués del Calatrava. La concatenación de hechos desgraciados viene determinada por su origen: como mestizo su sangre, es para un aristócrata español, impura.

El sino es el tema de la obra: el Duque de Rivas plantea el conflicto entre la libertad del individuo y el determinismo vital, pero en don Álvaro este determinismo se muestra desde una doble perspectiva: como fatalidad cósmica y como fatalidad social. Y es esta fatalidad social —él es un mestizo— el que le empuja al ocultamiento de su origen. La fatalidad cósmica es una fuerza inexorable que anula la voluntad del individuo: el destino se convierte en la condena de la libertad anhelada por el romántico. Contra el destino sólo queda la salvación por la muerte. La muerte es para el romántico la única salvación ante la adversidad del destino y su búsqueda anhelante se convierte en el eje argumental del drama. Pero el destino, presentado como fuerza superior incluso a la muerte, se la niega.

Don Álvaro es un personaje desesperado que corre hacia la muerte pese a todos los intentos para oponerse a esa fuerza cósmica que lo arrastra inevitablemente hacia un pesimismo trascendental, cuya única salida es el suicidio.

Don Álvaro pertenece a los grandes personajes del romanticismo europeo que se ven atrapados en las redes de una existencia terrible que parece responder a la cólera injusta de un Dios ajeno al dolor humano. Y el héroe pierde la fe en la providencia y se siente como en una cárcel o al borde del abismo. Ya sabemos algo muy significativo: Don Álvaro nació en una prisión. Y el término de una existencia continuamente atormentada, el suicidio clamoroso y desesperado, es un grito de protesta anta la injusticia y el absurdo de la vida. Amor, honor, reconocimiento... todo se le niega a Don Álvaro y su vida se va envenenando hasta conducirle a la desesperación.

Nuestro héroe es un personaje lleno de cualidades magníficas que deberían ser altamente valoradas, pero su categoría física y moral, de la que da muestras a lo largo de toda la obra, de nada le sirven porque el elemento social le juega una mala pasada: ama a la hija de un aristócrata y no puede revelar el secreto de su cuna. Su autor al tiempo que le dota de estas magníficas cualidades, le va destruyendo. Sus suicidio parece ya preparado desde el comienzo de la obra: las palabras de Preciosilla “no es buena la que le espera si las rayas de la mano no mienten”, son un presagio funesto. Don Álvaro es noble, romántico, misterioso y apasionado pero, sobre todo, es un hombre terriblemente desgraciado el destino se ensañará con él y le perseguirá hasta la extenuación y el suicidio, momento en el que observamos sus exclamaciones satánicas: “Soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador”. Todo el proceso de la obra es típicamente romántico: el desafío a Dios, la frustración de las esperanzas religiosas y la locura ante una situación que supera lo humanamente soportable.

Sus últimas palabras nos muestran otro tema típicamente romántico: el satanismo. Gran parte de las desgracias vividas se le atribuyen al diablo y a sus malas artes. Aunque aparece plenamente en las últimas escenas de la jornada V, las alusiones a lo infernal se encuentran a lo largo de toda la obra.

Los miembros varones de la familia Calatrava cumplen varias misiones teatrales: son el contrapunto del héroe, guardianes del honor y se convierten en vengadores y opositores de todos los deseos de Don Álvaro. Son los instrumentos del destino adverso, pero hay que tener en cuenta que forman parte del entramado social y que han de actuar según lo que se espera de ellos.

El marqués de Calatrava se nos describe como un viejo roñoso, vanidoso y pobre, pero también como un padre cariñoso que quiere a su hija. A pesar de estar arruinado se niega a que Leonor se case con su amado, lo cual es bastante lógico teniendo en cuenta que nada sabe de él y que es parte y valedor de una sociedad clásica y racista. La muerte accidental del Marqués es el primer paso de la implacable cadena de desgracias que conducirán al héroe a su trágico final.

Los hermanos de Leonor, Carlos y Alfonso, han de vengar, según el código del honor estricto, tanto la muerte del padre como la seducción de la hermana. Lo trágico es que ni Don Álvaro es responsable de la muerte del Marqués, ni ha seducido a la joven. Ambos personajes son muy parecidos: impulsivos, intransigentes, altivos y valientes. Carlos primero y Alfonso después convertirán su vida en una obsesión: matar al culpable de todas sus desgracias. El que los dos mueran en un duelo a manos de Don Álvaro forma también parte de la concatenación fatídica de los acontecimientos. La gota que colma el vaso de la paciencia del indiano es el insulto que Alfonso le dirige en la última jornada: “mestizo fruto de traiciones”. Don Álvaro no puede más y le hiere de muerte. Pero este rencoroso personaje acaba con la vida de Leonor antes de que se apague su aliento: al verla allí piensa que su hermana se ha ido a vivir al monte para estar con su amante. Algo similar sucede con Don Carlos: cuando descubre que en realidad el supuesto Don Fabrique es Don Álvaro, el código de honor y de venganza se impone al juramento de amistad eterna (recordemos que ambos se salvan la vida), y a pesar de que Don Álvaro intenta explicarle por todos los medios que él no fue el causante de la muerte de su padre y que no sería capaz de matar a un hermano, el duelo entre ambos tiene como fatídico final la muerte de Don Carlos. Son, pues, los antagonistas del héroe y representantes de la más rancia nobleza.

Doña Leonor también tiene rasgos de heroína romántica: joven, bella, con gran capacidad para amar y, como Don Álvaro, tremendamente desgraciada. Su temor e indecisión a la hora de fugarse o no con su amante resulta fatal. Tras la muerte del padre su profundo sentido de culpa la lleva a una mortificación constante, y para expiar sus pecados busca consuelo y perdón en la religión y en el apartamiento del mundo, de ahí que acuda al convento de los Ángeles.

El padre guardián del convento representa la bondad cristiana. Es el único que comprende la desesperada situación de ambos personajes y les da protección. No ocurre así con el envidioso hermano Melitón.

Uno de los hallazgos más significativos del Duque de Rivas son los numerosos personajes populares que aparecen en la obra, de todo tipo de profesiones. Éstos tiene tres papeles fundamentales: sirven de contrapunto a la nobleza de los personajes principales (matiz costumbrista del Romanticismo), presentan a los personajes principales y emiten sus juicios sobre ellos. Algunos de ellos desempeñan un papel de enlace entre los comentarios populares y los acontecimientos de los nobles. Por ejemplo, la figura del canónigo avisando al Marqués, se convierte en el verdadero causante de todos los acontecimientos. De todos ellos destacaremos a Curra, criada de Leonor y que juega un papel fundamental a la hora de convencer a Leonor para que definitivamente ésta decida fugarse con Don Álvaro, y Preciosilla, la gitana que nos avisa del destino adverso del héroe desde el principio de la obra.

En cuanto a la estructura del drama: se divide en cinco jornadas que se desarrollan a lo largo de cinco años. El argumento va intrínsecamente unido a la estructura: los acontecimientos se encadenan en las diferentes jornadas de tal manera que, a pesar de que cada jornada posee una unidad temática, todas ellas se entrelazan formando un bloque único.

Se alternan la prosa y el verso. Las escenas en prosa tienen un carácter costumbrista; las escenas en verso se reservan para las intervenciones de los personajes principales y tienen un tono elevado y dramático. Las estrofas son variadas: redondilla, romance, silva, seguidilla, décima...

En la primera tiene lugar el planteamiento del drama. La muerte del Marqués supone el clímax, la segunda nos pone en contacto con uno de os temas importantes de la obra: la religión. Leonor busca protección en la virgen, por eso va al convento de Nuestra Señora de los Ángeles. Su padre ha muerto, cree que es culpable de este suceso y además piensa que Don Álvaro la ha abandonado: ya no tiene nada a lo que asirse en este mundo. La vida también enviará a Don Álvaro a este lugar, que será escenario del desenlace.

En la jornada tercera y cuarta la acción se desarrolla en Italia. En ellas Álvaro y Carlos aparecen con otra identidad: Don fabrique y Don Félix respectivamente. Se juran amistad, descubren quiénes son en realidad, hay un duelo y Carlos muere. Don Álvaro es condenado por infringir la ley de prohibición de duelos de Carlos III, pero el ataque a las tropas españolas y el desconcierto hacen que su capitán le libere. Don Álvaro decide volver a ala batalla para defender a su rey.

En la quinta tiene lugar el desenlace de la obra. Nueva identidad de Don Álvaro, ahora como padre Rafael, y nuevo deseo de venganza de la familia Calatrava: Don Alfonso. Doña Leonor vive retirada en la ermita del convento. Muerte de Don Alfonso, descubrimiento de que Leonor está viva, muerte de Leonor a manos de su hermano y suicidio de don Álvaro por los riscos de la sierra.

Como obra romántica que es, no se somete a ninguna regla. La acción, como ya hemos indicado, se desarrolla en cinco años y en catorce espacios diferentes, lo cual contribuye a dar gran dinamismo. El espacio en plenamente romántico: se puede apreciar en las acotaciones. La descripción del claustro del monasterio es uno de los ejemplos más claros de la estética romántica: el claroscuro que produce la luz de la luna en medio de la oscuridad del monte, la vinculación con lo mágico y sobrenatural, los riscos escarpados de la sierra, el día que empieza a nublarse (en la escena final de la obra) para acabar con truenos y relámpagos en el momento del suicidio...

Terminaremos con el lenguaje, que se integra perfectamente en la corriente romántica. Lo personajes emplean un tono pasional y ardiente y, al mismo tiempo, impregnado de la melancolía típica del Romanticismo. Además, otro de los aciertos del autor fue la introducción de un lenguaje popular y costumbrista que supone un excelente contrapunto al dramatismo de las acciones principales.




4.3 LA PROSA ROMÁNTICA

Salvo contadas excepciones, no hay durante la primera mitad de siglo prosistas de calidad. Sin embargo, sirve de preparación para la novela de la etapa posterior. Hay que destacar, por otra parte, el desarrollo de un entramado editorial que multiplica las publicaciones periódicas y hace rentable la publicación de fragmentos de obras extranjeras y la crítica literaria. Nace la figura del redactor o colaborador periodístico y los escritores comienzan a poder vivir de su trabajo en prensa.

El género más representativo de la prosa romántica es la novela histórica. Las principales producciones del género son El doncel de don Enrique el Doliente, de Larra y Sancho Saldaña de Espronceda. Los protagonistas no son grandes figuras históricas sino personajes de segunda fila o inventados. El narrador es el principal elemento estructurador de la obra e interviene constantemente en el relato: recuerda datos históricos al lector, aclarando la interpretación...el lenguaje está lleno de arcaísmos en consonancia con la época en que se sitúan.

También se publican novelas sentimentales o de terror.

A mediados de siglo comienzan a publicarse novelas por entregas que incrementan la masa de lectores, principalmente de público femenino.

Vinculado también a la prensa periódica se desarrolla el género literario en prosa que llamamos costumbrismo en los artículos de costumbres. Los autores de estos artículos quieren retratar personajes o situaciones y costumbres característicos de la vida colectiva en España. Se suelen distinguir dos variantes del artículo de costumbres: de tipo, si pintan personajes, y de escena si pintan situaciones. El costumbrismo que domina es conservador (a excepción de Larra) y su finalidad es presentar lo propio español desde la nostalgia: quieren recordar las costumbres que se están perdiendo. En estos textos se unen narración y descripción.

Los principales autores de este costumbrismo conservador son Estébanez Calderón, que recreó una Andalucía pintoresca en sus Escenas andaluzas, y Mesonero Romanos que se dedicó principalmente a retratar el Madrid de la época con gran detallismo es sus Escenas matritenses. A ambos les falta una visión de conjunto de la sociedad y sólo les interesa lo marcadamente folclórico. Su observación de lo cotidiano influirá en la creación de ambientes de la novela realista, que será el género más importante surgido en el siglo XIX.

Frente a ellos, Larra muestra un tono progresista en sus artículos e insiste que la finalidad de los mismos no es agradar (como Mesonero o Calderón), sino corregir y educar, con esa ansia reformadora de los males de la patria.


NOTA: como lo más importante del romanticismo es la poesía y el teatro, os hecho un breve esquema de la prosa. Yo añadiría un poquito de información respecto a Larra: simplemente hablaría de la clasificación de los artículos, del estilo de Larra, de la ironía..., vamos, un mini resumen del guión que no os ocupe más de un párrafo.








ARTÍCULOS, MARIANO JOSÉ DE LARRA.


Mariano José de Larra nace en Madrid en 1809. Como si estuviese predestinado a una vida azarosa, su infancia y adolescencia estuvieron llenas de penosas y dolorosas alternativas, que dejaron una honda huella en su carácter y en su espíritu.

A la edad de cuatro años su padre se exilia voluntariamente a Francia. Su infancia la pasa entre París y Burdeos. Allí aprende el francés, lengua de la que tendrá un perfecto dominio y que después le ayudará a ir viviendo en algunas etapas de su corta vida. Cuando regresa a Madris tiene nueve años: es señalado como hijo de un afrancesado, lo que esto significa en una España en la que predominaba el más exaltado y hostil patriotismo contra los franceses. Fue un niño reflexivo e introvertido, apegado a la soledad, pero un precoz y brillante estudiante, que pronto superó sus dificultades con el español, que casi había olvidado. A los dieciséis años empieza sus estudios universitarios. En Valladolid se enamora de una joven que se complace en torturar al pobre enamorado. Resultó ser ésta la amante de su propio padre, y este desengaño y fracaso sentimental produjeron en él hunda atroz tristeza y desencanto. Pronto interrumpió su estudios de medicina para dedicarse de lleno a la literatura. Comienza a componer versos al gusto neoclásico, pero pronto va a manifestar en prosa su verdadera personalidad. A los diecinueve años comienza su carrera periodística con El Duende satírico del día, de la que es único redactor y en cuyos artículos se muestran las tres variedades que cultivará en adelante: crítico literario, escritor costumbrista y escritor satírico.

Poseedor de un temperamento de desbocadas pasiones, a los veinte años se casa con Pepita Wetoret, con la que tiene tres hijos. Pero el matrimonio pronto comienza a ser desgraciado ( evidente reflejo autobiográfico será su artículo “El casarse pronto y mal”) y se romperá definitivamente a causa de su relación adúltera con Dolores Armijo, el gran amor trágico de su vida y de su muerte, por la que sintió un amor inquebrantable y vehemente. Su atormentada relación quedó plasmada en su obra en el Macías y en su novela El Doncel de Don Enrique el Doliente. Se gana la vida haciendo traducciones y con la ayuda de su familia. Una discusión con su amante le empuja a salir de España, pero finalmente vuelve a su país natal, donde están su mujer, con la que ha roto definitivamente pero de la que considera un fiel amigo (está realmente preocupado por su situación), sus hijos, a los que adora, su amante y la nueva situación política de España. Larra, enamorado de la política de altura, en la que sueña como posible y esencial factor de la salvación y regeneración de España, que tanto le duele en el alma, ve que la victoria de la guerra Carlista va inclinándose a favor de los isabelinos, que son los suyos.

Tras una época dedicado al cultivo de versos y al teatro, pronto vuelve al periodismo con El pobrecito hablador. Colabora con la Revista Española y comienza a usar su seudónimo más famoso, Fígaro. Su esplendor literario tiene lugar al final de su vida, etapa en la que nacen sus dos hijas y Dolores rompe definitivamente con él.

El 12 de febrero de 1837, a las ocho y media de la noche, Larra se suicida frente al espejo pegándose dos tiros en la cabeza, después de una fuerte discusión con Dolores, que ha decidido marcharse con su marido a Manila, donde ha sido destinado.

Su trayectoria literaria es curiosa: se inicia como poeta neoclasicista, evoluciona luego hacia el costumbrismo, la sátira política y la crítica literaria, teñidos todos sus escritos de humor y de ironía. Pero en cuanto hombre, es hijo de su propio tiempo: el romanticismo no es para él una tendencia literaria, sino una forma de vida, una auténtica modalidad vital, en quien priva la pasión sobre la razón, enamorado de una mujer casada, consumido por esta relación y que pone fin a su vida como holocausto de su amor imposible. A Larra le mata su pasió, y los más auténtico de su intimidad sentimental quedaron reflejadas en dos de sus obras menos valoradas. (drama y novela apuntadas anteriormente).

Aunque no es una noticia confirmada, parece que, ironías del destino, el barco que llevaba a Dolores y a su marido a Filipinas naufragó y no hubo supervivientes.

Hombre de difícil carácter, poseía al mismo tiempo una intensa capacidad para el amor, el afecto y la amistad, y por el contrario sentía absoluta repugnancia por lo necio, lo ridículo, el snobismo, la presunción de los viejos verdes, la pedantería de unos y otros, por todo cuanto consideraba impropio y artificioso. Rehuía lo zafio, lo burdo, por un innato aristocratismo de su carácter, de su persona, él, tan democrático, abierto y liberal en cuanto a la cuestión política. Su repugnancia por lo plebeyo es extrema, y así se pone de manifiesto en artículos como “El castellano viejo”.


ARTÍCULOS


Larra representa el romanticismo democrático en acción. España es el tema central de su obra crítica y satírica. Ridiculiza el conservadurismo del gobierno, parodia el estilo ampuloso y hueco de los debates parlamentarios. El gobierno liberal en el que tenía puestas todas sus esperanzas le defraudó. Larra tenía una gran preocupación por España y por su sociedad, su rebeldía melancólica le irían llevando a la autodestrucción provocada por un alejamiento cada vez mayor entre su interior y el contexto social. Su frustración personal fue no poder superar el conflicto entre su ser, su clase y su mundo.

Vemos una evolución en su pensamiento: parte con un pensamiento ilustrado y optimista, tiene confianza en el hombre y siente un profundo respeto por la ciencia. Tras la muerte de Fernando VII, sus ideas cambian: ve los peligros en el materialismo como anulador del alma, rechaza la obsesión por el dinero, la burguesía ya no es la elite intelectual sino la clase explotadora. Criticó el uso de ideales liberales para defender intereses económicos y políticos.

En cuanto al estilo, a pesar de que en sus primeros escritos hace una exhibición de sus conocimientos lingüísticos y consigue un lenguaje de ostentación gramatical y léxica, suele ser claro, directo, evidente y muy gráfico. Hace ver con exactitud las cosas que describe. Y desde luego, sencillo. Rara vez usa vocablos desusados, si le es posible hacer uso de palabras corrientes. Utiliza mucho la caricatura, las enumeraciones caóticas, la ironía (como mecanismo principal para desvelar apariencias). Contribuyó a crear una lengua moderna liberada de adornos gastados que no significaban nada.

Seudónimos: Duende satírico, Pobrecito hablador, Bachiller Pérez de Munguía, Andrés Niporesas, Fígaro.

Nos dejó mas de doscientos artículos, que se suelen clasificar en tres grupos:



  1. Artículos de crítica literaria y cultural, en los que trata sobre la libertad de expresión, la censura y la incultura. Pide utilidad en literatura no sólo forma. Gran preocupación por le teatro de su tiempo del que tenía una visión muy negativa (malas condiciones de los locales, poca ayuda del estado, fallos de dirección de los autores...).

El propio Larra escribió dolorosamente: “Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla en una pesadilla abrumadora y violenta” (“Horas de invierno”, El Español, 1836). Para Azorín “todo Larra está en estas frases”: se refiere a los múltiples obstáculos que estorbaban la expresión, a lo que se podría llamar su dolor de España, a la trsite España en guerra civil, que constituía su más honda preocupación, a las molestias de la censura

  1. Artículos de costumbres y de crítica social.

Se aleja de sus contemporáneos Mesonero Romanos y Estébanez Calderón, que crean definitivamente el cuadro de costumbres, pero que se limitan a pintar, a describir, unos cuadros alegres, agradables a la lectura y a la vista de lo que hacen imaginar, pero vacíos, sin intención ulterior alguna. Larra no busca agradar sino corregir y educar, en ningún caso intenta divertir ni describir lo pintoresco simplemente, ni se contenta con hacer reír al lector. Larra utiliza una sátira aguda e hiriente, con intención de avispa (aunque sea para corregir defectos y debilidades de comportamiento), con una patriótica ansiedad de reformador de su propio país. La labor del escritor satírico ha de ser trascendental y con una función regeneradora.

Podríamos sintetizar los vicios nacionales que le irritan y preocupan:

la holgazanería y la pereza. (“Vuelva usted mañana”)

la brutalidad y falta de educación de las gentes de “abajo”: empleados, camareros, mozos de tienda...

la presunción de la clase media y la insensatez de la clase más alta.

la hipocresía de muchos y la estupidez de la gente madura que pretende rejuvenecerse (“El mundo todo es máscaras. Todo el año es carnaval”).

la suciedad de los lugares donde debería haber limpieza, tales como cafés o fondas.

Y contra estos males que nos hacían ir a remolque de otros países europeos, la intensificación de una educación básica y fundamental para el pueblo.

En ningún caso personaliza: no trata de retratar a un individuo determinado, sino que se refiere a rasgos genéricos de unos y otros, creando un tipo risible y caricaturesco, con la intención de que, quienes pudieran parecerse a este prototipo irrisorio, se corrigieran los defectos.

  1. Artículos políticos.

Son escritos de agudísimo ingenio, aunque para muchos críticos, predomina en ellos una calidad y un valor extraliterarios.

Hay que destacar el valor y la arrogancia de un escritor que, a veces con velada ironía, a veces de cara, comenta la mediocre política de su tiempo en una época confusa, de censura absolutista y en la que podía exponerse incluso la vida. La verdad y la razón son dos de los temas que más le preocupan. En estos artículos se centra en la gestión del gobierno, ataca los fallos de dirección del país, defiende la libertad y la justicia. Critica los mandatos de los liberales que le fueron decepcionando uno tras otro. También toca el tema de las luchas carlistas primero en tono humorístico, después con amargura por la poca efectividad del gobierno en su lucha contra él.


Artículos más importantes: “El café”, “El casarse pronto y mal”, “El castellano viejo”, “Vuelva usted mañana”, “La Nochebuena de 1936”, “Los amantes de Teruel”...





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