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| Le convidarían de grado, mas ninguno no osaba; | | |
| El rey don Alfonso tenía tan gran saña; | | |
| Antes de la noche, en Burgos de él entró su carta, | | |
| Con gran recaudo y fuertemente sellada: | | |
| Que a mío Cid Ruy Díaz, que nadie le diese posada, | 25 | |
| Y aquel que se la diese supiese veraz palabra, | | |
| Que perdería los haberes y además los ojos de la cara, | | |
| Y aún más los cuerpos y las almas. | | |
| Gran duelo tenían las gentes cristianas; | | |
| Escóndense de mío Cid, que no le osan decir nada, | 30 | |
| El Campeador adeliñó a su posada. | | |
| Así como llegó a la puerta, hallola bien cerrada; | | |
| Por miedo del rey Alfonso que así lo concertaran: | | |
| Que si no la quebrantase por fuerza, que no se la abriesen por nada. | | |
| Los de mío Cid a altas voces llaman; | 35 | |
| Los de dentro no les querían tornar palabra. | | |
| Aguijó mío Cid, a la puerta se llegaba; | | |
| Sacó el pie de la estribera, un fuerte golpe le daba; | | |
| No se abre la puerta, que estaba bien cerrada. | | |
| Una niña de nueve años a ojo se paraba: | 40 | |
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