CANTO A TERESA, ESPRONCEDA.
Que así las horas rápidas pasaban,
y pasaba a la par nuestra ventura;
y nunca nuestras ansias la contaban,
tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura.
Las horas, !ay!, huyendo nos miraban,
llanto tal vez vertiendo de ternura;
que nuestro amor y juventud veían,
y temblaban las horas que vendrían.
Y llegaron en fin... ¡Oh! ¿quién impío
¡ay! agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste a un tiempo cristalino río,
manantial de purísima limpieza;
después torrente de color sombrío,
rompiendo entre peñascos y maleza,
y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
entre fétido fango detenidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario