lunes, 30 de mayo de 2011

2º BACHILLERATO. COMENTARIO DE TEXTOS PAU.

El videoaficionado es quien mejor representa el cambio de lo real en el capitalismo de ficción. Este artefacto ha aprendido algo capital: el vídeo da vida. Si antes se filmaban y fotografiaban las bodas, ahora lo más interesante es poner el vídeo en marcha apuntando, especialmente, al nacimiento de un bebé. Los viajes, las reuniones familiares son poca cosa para el vídeo-provital y sí, en cambio, es de condición propia la toma de las catástrofes naturales, los choques de trenes, los accidentes marinos, los partos en su visión más cruda. Porque el vídeo encierra la categoría de lo real/real. Las bodas, las primeras comuniones, los bautizos son demasiado superficiales para la acción del vídeo. El vídeo es, a través de su creciente uso como máquina de la verdad, un ojo impío que muerde a la realidad en su momento preciso. La trayectoria final de un suicidio desde el puente, el momento crítico del magnicidio, la explosión de la bomba lapa, el impacto del avión contra el hormigón. Puede parecer imposible que en cada esquina de la actualidad se encuentre un centinela videoaficionado, pero así es. Y es así porque el vídeo se ha pegado a la vida: no vale para hacer películas de ficción, sino para agarrarse a lo real mediante el documental o la cinta basada en episodios reales. Esta vocación ha resultado, además, tan favorecida por el desarrollo de la tecnología y los materiales que, mediante el vídeo, se accede a los intersticios del organismo, se circula por el interior de la sangre, el intestino y cualquier oquedad secreta en cuya cavidad la cámara disfruta de una voluptuosidad inigualable, y tal como si el vídeo cobrara vida en reciprocidad con la vida que otorga a esa visión.

Vicente Verdú, "E1 videoaficionado", El País, 30 de octubre de 2003

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